15.12.05

Karl Marx i La Filosofia

"La filosofía de Karl Marx"
Estractos de textos de Marzoa, Heinrich, reelaborados por Antonio de la Cruz.

En esta primera sesión del seminario "Karl Marx, un pensador de nuestro tiempo" me he propuesto hablar de "La filosofía de Karl Marx". Es cosa obvia que el pensar es tarea de la filosofía; lo que ya no lo es tanto es que la filosofía tiene un vínculo esencial con el tiempo, con nuestro tiempo, con nuestra época en definitiva. Porque si invocamos a Marx como filósofo hoy, aquí y ahora, es porque su pensamiento pertenece a nuestro tiempo. De lo contrario, exponer la filosofía de Karl Marx se asemejaría a la de encontrarle un lustroso emplazamiento en algo así como un museo del pensar, situarlo en un pedestal frente al que lo contemplaríamos maravillados por su "trascendencia", la "profundidad de sus planteamientos", e incluso "lo emotivo de sus humanistas conclusiones". Que Karl Marx sea un pensador de nuestro tiempo, que su obra sea abordable desde la filosofía, implica que nada de lo que nos diga puede resultarnos ajeno, que su pensamiento ha de remover los cimientos más firmes de nuestras convicciones, haciéndonos dudar, incomodándonos, obligándonos a actuar.

1. Acerca de algunos malosentendidos
A la hora de abordar la filosofía de Marx convendría en primer lugar deshacer dos errores interpretativo que ha venido imponiéndose tanto desde la academia como desde la propia tradición marxista, y que han terminado por convertirse en verdaderos prejuicios.
1. El primer error estriba en considerar que Marx habría dedicado sus obras tempranas a la crítica de la dialéctica hegeliana, de la que habría tomado su método (la dialéctica) para imponerle un giro hacia la praxis (el materialismo). La filosofía de Marx sería entonces un método denominado "materialismo dialéctico" que en su obra maestra "El Capital" se aplicaría sobre la sociedad moderna y el capitalismo. Nuestra tesis es que "el materialismo dialéctico" o "materialismo histórico" no son ni de Marx ni son filosofía. La filosofía marxista se constituye en "El Capital", y se presenta como "crítica de la economía política" y como el descubrimiento de la "ley económica del movimiento de la sociedad moderna". Tratar de aplicar las categorías elaboradas en "El Capital " a algún ámbito que no sea la propia sociedad moderna y capitalista no es coherente con el proceder del propio Marx, es decir: no se trata de descubrir leyes suprahistóricas que den cuenta de toda época, sino de desvelar las leyes que rigen la propia modernidad.
2. El segundo error consiste en caracterizar a Marx como un "crítico" de la sociedad moderna, entendiendo la palabra "crítica" de una forma vulgar: como una cierta desvalorización o descalificación. Si Marx fuese "crítico" en este sentido, no se podría en absoluto entender que la teoría del valor de Marx constituye una fundamentación de los postulados y valores propios de la sociedad moderna: el conocimiento (la ciencia) y el derecho (las garantías democráticas). Y, sin embargo, constituye en efecto tal fundamentación. La palabra "crítica" debe ser entendida en su sentido etimológico; se trata, pues, de encontrar la naturaleza, esto es: los principios (arxai), de algo. Igualmente absurdo sería entender que Kant "minusvalora" la "Razón" porque efectúa la "crítica de la razón", o que cualquier intento de averigual qué hay supuesto en la noción de "Razón" es "irracionalismo".
En cuanto a la fundamentación del Estado democrático, es explícita. Marx puede ser considerado como un teórico de los conceptos democráticos y liberales del derecho y del Estado; su adhesión a esos principios es tan decidida como (e incluso más libre de coartadas que) la de los téoricos radicales de la Ilustración. La diferencia de Marx con respecto a ellos no está en que su defensa de esos "ideales" se haga con tales reservas; no hay tales reservas. La diferencia está, por el contrario, en que Marx no asume esos conceptos como ideales proclamados simplemente en nombre de la naturaleza humana, sino que los fundamenta filosóficamente. La diferencia es del tipo de la que hay en general entre la Ilustración, por una parte, y Kant y el Idealismo alemán por la otra. Lo uno es polémica, lo otro es filosofía.
Porque es "crítico" en el sentido griego de la palabra, porque apunta a los fundamentos de su época, Marx descubre en la sociedad moderna dos contradicciones:
a. En la racionalización científico-técnica de la producción.
b. En la forma de de la democracia burguesa.
Pero no se queda a esperar que salte por los aires: la contradicción marca dos tendencias posibles, y Marx no es neutral (como no lo es Kant entre inmoralidad y moralidad, como no lo es Platón entre paideia o eduacación verdaderamente humana y la apaiedeia). El pensamiento de Marx no es, ciertamente, "humanismo" en ningún sentido doctrinal del término; pero pertenece a la historia que se inició con Grecia; y el "socialismo de Marx" es, a fin de cuentas, una de las últimas variantes de la reivindicación de una verdad universal.
Podemos afirmar por tanto que Marx está del lado de la racionalidad científico-técnica y del lado de la república democrática. Lo uno no es posible sin lo otro. El objetivo socialista es la fusión coherente de ambas cosas.




2. El concepto de mercancía
Es partiendo de las cosas en su inmediatez desde donde Marx elabora el concepto de mercancía, fundamento de todo ""El Capital". Las cosas como mercancías sólo pueden existir en la sociedad moderna, pues el ser-mercancía de las cosas es solidario de dos discursos exclusivamente modernos: la ciencia entendida como física-matemática y el Estado entendido como República democrática.
Partiendo del ser de las cosas como mercancías, se generan toda la serie de conceptos que han de dar cuenta de la modernidad: dinero, capital, salario, plusvalía, etc…
Pero qué significa que una cosa es mercancía? Partimos de un mundo en el que todo lo que hay es producto del trabajo: la silla en que me siento, la mesa sobre la que me apoyo, la ropa que visto, etc…Pero esos productos se relacionan de una forma muy peculiar: mediante el dinero. Todos son reductibles a una magnitud común que es el dinero, y el dinero expresa la intercambilidad universal de los productos: el carpintero hace sillas que vende por dinero con el que compra zapatos, etc…Que las cosas sean intercambiables universalmente significa que son mercancías, ahora bien…
Para que una cosa se intercambie, es decir, sea mercancía, debe aparecer en el mercado. Y ello implica que es en el mercado en el medio en el que se va a jugar el destino de todas las mercancías, de todas las cosas en definitiva.

3. El capital
A partir de los conceptos "mercancía", "dinero", y "mercado" podemos extraer una serie de consecuencias muy interesantes y nada evidentes en un principio:

a. El carpintero puede ir al mercado con su mercancía, la silla, obtener una determinada cantidad de dinero, y con esa cantidad comprar un par de zapatos. El dinero pasa a manos del zapatero, quien lo volverá a introducir en el mercado para comprar fruta, etc…
Evidentemente, éste no es el caso de la sociedad capitalista, puesto que ello implicaría que cada uno de los individuos pudiese tener su "negocio" con el que satisfacer sus necesidades. En este intercambio simple, el ciclo sigue la siguiente estructura:
M-D-M, donde la primera M y la segunda M son dos mercancías distintas.
Ejemplo: el carpintero hace una silla (M) que vende (D). Con ese dinero compra un par de zapatos (M).

b. El capitalista, en realidad, no dispone de mercancías: dispone de dinero; pero lo dispone no para gastarlo simplemente, sino para conseguir que ese dinero se acreciente: el capitalista invierte 100 euros porque espera obtener 1000, etc… A este movimiento del dinero es a lo que Marx denomina capital: una forma de valor que se valoriza, una determinada cantidad de dinero que se invierte para obtener más dinero.
La fórmula del capital sería,
D-M-D'
Donde D' es una cantidad mayor de dinero que D. El incremento del valor obtenido con el movimiento del capital -la diferencia entre D y D'- es designado por Marx como plusvalor.
Observemos que lo que hace el capitalista es comprar una mercancía que "mágicamente" se convierte en más dinero. Podría pensarse que el capitalista compra una mercancía para venderla posteriormente a un precio mayor (si compra en un país y lo vende en otro, por ejemplo). Dicho capital es denominado por Marx "capital comercial", pero no da cuenta de la estructura básica del capitalismo. Ahora bien, al margen de vender una mercancía qué se puede hacer? Usarla. Por consiguiente, el poseedor de dinero tiene que encontrar en el mercado una mercancía cuyo valor de uso tenga la propiedad de ser fuente de valor, de modo que el consumo de esta mercancía genere valor.
Esta peculiar mercancía es la mercancía ""fuerza de trabajo", la capacidad del hombre para ejecutar trabajo. En las condiciones de la producción de mercancías este gasto de trabajo puede convertirse en fuente de valor. Si vendo mi fuerza de trabajo, le cedo a otro esta capacidad por un determinado lapso de tiempo.
Para ello tienen que cumplirse dos condiciones:
1. Tiene que haber hombres que puedan comportarse como propietarios libres de su fuerza de trabajo, por lo tanto, que estén en situación de venderla. Un esclavo no está en dicha situación: los vendedores de fuerza de trabajo tienen que ser personas jurídicamente libres.
2. Pero también tienen que estar libres de propiedad material, para que así se encuentren obligados a vender su fuerza de trabajo.
Por lo tanto, el modo de producción capitalista se basa en una relación de clase completamente determinada: tiene que haber una
clase de propietarios de medios de producción y dinero, y una clase de trabajadores en su mayor parte carentes de propiedad, pero jurídicamente libres.
El sueldo que el capitalista pague al trabajador siempre será inferior al producto de trabajo del mismo, pues en caso contrario no obtendría ganancia. El capitalista le paga al trabajador no el valor de su trabajo, sino su valor como mero instrumento que necesita de comida, ropa, casa, etc…para subsistir y poder seguir rindiendo.



4. El sistema capitalista y su universal dominación
Llegados a este punto podría pensarse que se ha establecido dos clases, la del capitalista y la del trabajador, en la que una ejerce el dominio sobre la otra: el capitalista explota al obrero.
En efecto, el capitalista explota al obrero, y de ahí extrae su ganancia, pero en realidad está tan sometido a la lógica del sistema como el explotado. En realidad, de la ganancia que el capitalista obtenga sólo una parte ínfima estará destinada a su disfrute personal. Y esto es así en virtud de un concepto clave: la competencia.
La ganancia obtenida el capitalista deberá reinvertirla continuamente en su propio negocio porque de lo contrario, se verá superado en un primer momento por la competencia, y en un segundo momento estará condenado a la desaparición
Por ello, un capitalista no es simplemente alguien que dispone de una gran suma de valor, sino aquél que emplea esta suma de valor efectivamente como capital, es decir, quien hace del movimiento autofinalista del capital su propio fin subjetivo. El sujeto no es el capitalista, sino el capital, el valor que se valoriza.
El resultado final es un sistema que supera a todos sus integrantes, y al que todos deben someterse lo quieran o no lo quieran. Este movimiento típico del capital, ajeno a la propia voluntad humana, es lo que Marx denomina "ley del valor", o "estructura económica de la sociedad capitalista", ley que se cumple ciegamente; pero el desvelamiento producido por el análisis marxista está sentando las bases para su propia desactivación.

5. Las contradicciones del capitalismo
Podría parecer entonces que en la sociedad moderna es "menos racional" que las anteriores, porque en ella impera la la "anarquía" y la "insolaridad", porque en ella producir es una apuesta, etc. Pues bien, es cierto que la decisión productiva es "anárquica", pero veremos que no tiene sentido decir que esto sea "menos racional", sino que, propiamente, la noción misma de una "racionalidad" de la actividad productiva, o el sentido de esta noción, es una creación del capitalismo. En efecto, la citada "anarquía" no es más que la otra cara del carácter objetivo de la determinación. Por primera vez en la historia, toda decisión en materia de producción es sometida a una crítica sistemática por parte de algo que no puede ser sobornado ni convencido, porque no es alguien, sino una ley ciega, abstracta, impersonal. De ahí que, también por primera vez en la historia, se instaure en el sistema productivo la noción de una racionalidad objetiva, no modificable por decisiones subjetivas.
Pero el capitalismo nunca realizará el proyecto racionalista, puesto que se ve preso de dos contradicciones.

5. 1 Contradicción técnico-productiva
La ciencia, y su prolongación pragmática la técnica, es esencial para la producción capitalista. Las distintas innovaciones que la historia del capitalismo ha introducido siempre han respondido a la lógica de una mayor racionalización técnica: no sólo con la introducción de nuevas y mejores máquinas, sino con modelos organizativos como el trabajo en cadena. Pero a la vez, una racionalización completa, en la que ningún aspecto de la producción social quedara por controlar, implicaría que toda la producción se integrase en un cálculo o plan único, lo cual es contradictorio con el principio del mercado: el mercado es competencia de distintos productores. El mercado impone la racionalización, pero, a la vez, es en sí mismo irracional, porque se basa en que cada capitalista disponga libremente su inversión buscando su ganancia en contra de los demás. Buena prueba de ello es que la racionalización se establece periodicamente mediante un fenómeno que es la irracionalidad misma, a saber: la crisis, fenómeno que en un principio sirve para reestructurar el mercado, implica un enorme despilfarro de recursos materiales y humanos.

5. 2 Contradicción política
El concepto capitalista de democracia parte de la abstracción de todo contenido, propiedad, característica, etc… de los diferentes individuos; desde su punto de vista, toda persona es igual en virtud de dicha abstracción, todo ciudadano es sujeto de los mismos derechos e igualmente libre. Frente a las personas como iguales se sitúan las cosas, que en un sistema capitalista son mercancías. Cada uno es, en efecto, libre de cambiar las cosas (mercancías) que posea. Pero estos sólo puede suceder en una forma tal que no todos posean mercancías (recordemos que la producción de mercancías suponía la contratación por parte del capitalista de un asalariado). Como quiera que, en la sociedad moderna, los bienes necesarios sólo pueden ser obtenidos por cambio, el no poseedor sólo puede obtenerlos poniendo como mercancía en el mercado su propia persona como fuerza de trabajo. Por lo tanto, no es una mercancía (pues en ese caso no decidiría nada; las mercancías son simplemente llevadas por sus poseedores), sino que en cada momento, libremente, se hace mercancía. No se vende como sujeto, sino a la persona en tanto que es una mercancía, se hace mercancía.
De ello resulta que la libertad establecida es la libertad de los poseedores de mercancías en cuanto tales, o sea: del capital. El derecho es igual para todos, pero encontrarse en el caso de ejercerlo es lo propio del capital. El Estado, en cuanto garantizador del derecho igual para todos y en cuanto autoridad de toda la sociedad con base en esa igualdad, resulta ser la autoridad del capital. O dicho de otra forma: el derecho y el Estado de todos los hombres resulta ser el derecho y el Estado de una clase, a saber: la clase de los poseedores de capital, esto es: la burguesía.
Esta contradicción no se resuelve; sólo se concilia en cada momento con una u otra solución coyuntural. La forma política ideal, la república democrática, nunca se realiza por completo. En caso de imposibilidad de conciciliar unas ciertas libertades democráticas con la seguridad de la burguesía como clase, ésta llega a tolerar y potenciar una autonomización excepcional del aparato de poder, incluso con la supresión formal de los derechos democráticos (fascismo).
Nos encontramos con una doble contradicción:
a. Por una parte, la ley económica exige que las fuerzas productivas se desarrollen al máximo siguiendo un modelo de planificación racional. Pero dado que están en manos privadas que compiten entre sí, la planificación racional nunca es llevada hasta el final. Todo lo contrario: la racionalidad es utilizada por el capitalista para el beneficio propio, sin preocupación alguna por sus consecuencias para el resto de la sociedad.
b. Por otra parte, la circulación capitalista exige libertad e igualdad de todo ciudadano para el intercambio de sus mercancías. Pero dado que la producción de mercancías sólo se da a partir de una desigualdad esencial, la libertad universal nunca es conquistada. En la esfera política de la sociedad, los que verdaderamente deciden son los capitalistas; o más precisamente: el capital decide por toda la sociedad.


6. Socialismo o barbarie
"Socialismo o barbarie": ninguno de los dos términos es inevitable, lo único inevitable es la alternativa.

6. 1 Barbarie
Según queda expuesta la ley económica de la sociedad capitalista, que actúa ciegamente, espontáneamente, sin tener conciencia de sí misma, nuestra época se ve abocada un estado de barbarie: debido a la competencia, el capital no puede renunciar a seguir lanzando el desarrollo de la producción mediante el avance técnico; al mismo tiempo, la democacracia burguesa es incompatible con el control social de esas fuerzas productivas, las cuales, por su parte, han alcanzado un nivel de desarrollo en el que la humanidad entera depende de lo que se haga con ellas: posibles catástrofes físicas, deterioro del medio ambiente, posibilidades, casis ilimitadas, de "manipulación" de la humanidad, etc…

6. 2 Socialismo
La tarea del socialismo sería desarticular las contradicciones expuestas mediante su apuesta decidida por la racionalidad, es decir: el control racional de la productividad por un poder que emana de una verdadera república democrática. El único medio para conseguir la implantación del socialismo, dada la ceguera intrínseca de la ley económica moderna, sería la revolución. Todo reformismo aparece condenado al fracaso, pues la contradicción que conduce a la barbarie es estructural: no se puede "parchear" el sistema, hay que deshacer la contradicción de raíz (y eso sólo se efectua mediante la subversión).
Lo paradójico del asunto es que es la propia sociedad capitalista la que nos da el criterio para su crítica fundamental. Pero lo hace de forma inconsciente. Por ello, el análisis marxista no es más que una toma de conciencia, un acto de conocimiento, un ejercicio de libertad. No existe revolución posible que no pase por esta toma de conciencia, por este conocimiento, por esta libertad.
Pero a la vez, el proyecto revolucionario no puede tratar de saltar por encima de su propio tiempo, que es el del capitalismo o el de la modernidad. El fin de la revolución no es otro que la realización efectiva de la república democrática, lo que implicaría:
a. Que el ejercicio del poder sólo puede estar basado en un proyecto consciente, o sea: no en alguna dinámica económica, objetiva, espontánea, sino en la conciencia crítica de toda la sociedad en su conjunto.
b. Todo eso presupone la plena libertad de comunicación (de expresión y reunión). No es posible reconocer las mencionadas libertades sólo para una parte de la población: o se reconoce para todos o lo que se está haciendo es no reconocerlas para nadie.
c. Reconocer a cada individuo aquellos derechos que constituye una forma política implica negarle la posibilidad de conseguir decisiones políticas por otra vía que la del ejercicio de esos derechos; si no, no habría forma política alguna, ni sería posible que los mismos derechos estuviesen reconocidos para cada individuo. Las libertades en cuestión implican el sufragio universal y no tienen sentido sin él.

Me gustaría concluir con una cita que ilustra a la perfección la magnitud del desafío al que se ve enfrentada la humanidad y el socialismo. La cito para rectificarla: Benjamin confunde a Marx, pues es precisamente el concepto de revolución marxista el que él plantea como alternativa:

"Marx dice que las revoluciones son la locomotora de la historia universal. Pero tal vez ocurra con esto algo enteramente distinto. Tal vez las revoluciones son el gesto de agarrar el freno de seguridad que hace el género humano que viaja en ese tren". Walter Benjamin.


Bibliografía
- De la Revolución, Felipe Martínez Marzoa, Alberto Corazón Editor, 1976.
- La filosofía de "El Capital", Felipe Martínez Marzoa, ed. Taurus, 1983.- Crítica de la economía política. Una introducción a "El capital" de Marx. Michael Heinrich, Escol